Hoy es un buen día para recordar algunas verdades muy heteropatriarcales, para recordar cómo fueron las cosas y cómo en realidad lo siguen siendo por mas que las fuerzas demoníaco-liberal-revolucionarias impongan sus falsedades.
Y vemos como ahora, que bien parece que estuviéramos al final de la Historia, se repite la rebeldía del principio: la mujer moderna se deja engañar miserablemente por las mentiras de la serpiente, y a su vez el hombre moderno, dejando de ser hombre y convirtiéndose en un calzonazos, se deja engatusar y dominar por la mujer de su tiempo, por mas que detrás estén otros hombres llenos de iniquidad y detrás de estos la misma serpiente antigua.
Y si tras la primera rebeldía vino la promesa de un Redentor como Cordero Inocente y Salvador, la última también la tiene del Mismo pero como León de Judá y Justo Juez.
Perdónanos Señor, ten piedad de nosotros y ven en nuestro auxilio, date prisa en socorrernos.
El texto de la Sagrada Escritura y los comentarios están tomados de la Biblia de Juan Straubinger, 1951. Las negritas son nuestras.
La creación del hombre
26Después dijo Dios: “Hagamos al hombre a imagen nuestra, según nuestra semejanza; y domine sobre los peces del mar y las aves del cielo, sobre las bestias domésticas, y sobre toda la tierra y todo reptil que se mueve sobre la tierra”.
27Y creó Dios al hombre a imagen suya; a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó. 28Los bendijo Dios; y les dijo Dios: “Sed fecundos y multiplicaos, y henchid la tierra y sometedla; y dominad sobre los peces del mar y las aves del cielo, y sobre todos los animales que se mueven sobre la tierra”.
29Después dijo Dios: “He aquí que Yo os doy toda planta portadora de semilla sobre la superficie de toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto de árbol con semilla, para que os sirvan de alimento. 30Y a todos los animales de la tierra, y a todas las aves del cielo, y a todo lo que se mueve sobre la tierra, que tiene en sí aliento de vida, les doy para alimento toda hierba verde”. Y así fue. 31Vio Dios todo cuanto había hecho; y he aquí que estaba muy bien. Y hubo tarde y hubo mañana: día sexto.
1Fueron, pues, acabados el cielo y la tierra con todo el ornato de ellos. 2El día séptimo terminó Dios la obra que había hecho; y descansó en el día séptimo de toda la obra que había hecho. 3Y bendijo Dios el séptimo día y lo santificó; porque en él descansó Dios de toda su obra que en la creación había realizado.
El paraíso
4Esta es la historia de la creación del cielo y de la tierra. El día en que Yahvé Dios creó la tierra y el cielo, 5no había aún en la tierra arbusto campestre alguno; y ninguna planta del campo había germinado todavía, pues Yahvé Dios no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre que labrase el suelo; 6pero brotaba una fuente de la tierra, que regaba toda la superficie de la tierra. 7Y formó Yahvé Dios al hombre (del) polvo de la tierra e insufló en sus narices aliento de vida, de modo que el hombre vino a ser alma viviente.
8Y plantó Yahvé Dios un jardín en Edén, al oriente, donde colocó al hombre que había formado. 9Yahvé Dios hizo brotar de la tierra toda clase de árboles de hermoso aspecto y (de frutos) buenos para comer, y en el medio del jardín del árbol de la vida, y el árbol del conocimiento del bien y del mal.
10De Edén salía un río que regaba el jardín; y desde allí se dividía y se formaban de él cuatro brazos. 11El nombre del primero es Fisón, el cual rodea toda la tierra de Havilá, donde está el oro. 12El oro de aquella tierra es fino. Allí se encuentra también el bedelio y la piedra de ónice. 13El nombre del segundo río es Gihón, que circunda toda la tierra de Cus. 14El tercer río se llama Tigris, el cual corre al oriente de Asir. Y el cuarto río es el Éufrates.
15Tomó, pues, Yahvé Dios al hombre y lo llevó al jardín de Edén, para que lo labrara y lo cuidase. 16Y mandó Yahvé Dios al hombre, diciendo: “De cualquier árbol del jardín puedes comer, 17mas del árbol del conocimiento del bien y del mal, no comerás; porque el día en que comieres de él, morirás sin remedio”.
Creación de la mujer
18Entonces dijo Yahvé Dios: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda semejante a él”. 19Formados, pues, de la tierra todos los animales del campo y todas las aves del cielo, los hizo Yahvé Dios desfilar ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que el nombre de todos los seres vivientes fuese aquel que les pusiera el hombre. 20Así, pues, el hombre puso nombres a todos los animales domésticos, y a las aves del cielo, y a todas las bestias del campo; mas para el hombre no encontró una ayuda semejante a él. 21Entonces Yahvé Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió; y le quitó una de las costillas y cerró con carne el lugar de la misma. 22De la costilla que Yahvé Dios había tomado del hombre, formó una mujer y la condujo ante el hombre.
23Y dijo el hombre: “Esta vez sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada varona, porque del varón ha sido tomada”.
24Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se adherirá a su mujer, y vendrán a ser una sola carne. 25Estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, más no se avergonzaban.
Tentación y caída
1La serpiente, que era el más astuto de todos los animales del campo que Yahvé Dios había hecho, dijo a la mujer: “¿Cómo es que Dios ha mandado “No comáis de ningún árbol del jardín”?” 2Respondió la mujer a la Serpiente: “Podemos comer del fruto de los árboles del jardín; 3mas del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: “No comáis de él, ni lo toquéis, no sea que muráis”. 4Replicó la serpiente a la mujer: “De ninguna manera moriréis; 5pues bien sabe Dios que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal”.
6Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comida y una delicia para los ojos, y que el árbol era apetecible para alcanzar sabiduría, tomó de su fruto y comió y dio también a su marido (que estaba) con ella, y él comió también. 7Efectivamente se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaba desnudos; por lo cual cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales.
Castigo del pecado y promesa del Redentor
8Cuando oyeron el rumor de Yahvé Dios que se paseaba en el jardín al tiempo de la brisa del día, Adán y su mujer se ocultaron de la vista de Yahvé Dios por entre los árboles del jardín.
9Yahvé Dios llamó a Adán y le dijo: “¿Dónde estás?” 10Este contestó: “Oí tu paso por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso me escondí”. 11Mas Él dijo: “¿Quién te ha dicho que estás desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del cual te prohibí comer?” 12Respondió Adán: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y comí.” 13Dijo luego Yahvé Dios a la mujer: “¿Qué es lo que has hecho?” Y contestó la mujer: “La serpiente me engañó, y comí.”
14Entonces dijo Yahvé Dios a la serpiente: “Por haber hecho esto, serás maldita como ninguna otra bestia doméstica o salvaje. Sobre tu vientre caminarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. 15Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: éste te aplastará la cabeza, y tú le aplastarás el calcañar.”
16Después dijo a la mujer: “Multiplicaré tus dolores y tus preñeces; con dolor darás hijos a luz; te sentirás atraída por tu marido, pero él te dominará.”
17A Adán le dijo: “Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que Yo te había prohibido comer, será maldita la tierra por tu causa; con doloroso trabajo te alimentarás de ella todos los días de tu vida; 18te producirá espinas y abrojos, y comerás de las hierbas del campo. 19Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra; pues de ella fuiste tomado. Polvo eres y al polvo volverás.”
Destierro del paraíso
20Adán puso a su mujer el nombre de Eva, por ser ella la madre de todos los vivientes.
21E hizo Yahvé Dios para Adán y su mujer túnicas de pieles y los vistió. 22Y dijo Yahvé Dios: “He aquí que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal; ahora, pues, no vaya a extender su mano para que tome todavía del árbol de la vida, y comiendo (de él) viva para siempre.”
23Después Yahvé Dios lo expulsó del jardín de Edén, para que labrase la tierra de donde había sido tomado. 24Y habiendo expulsado a Adán puso delante del jardín de Edén querubines, y la fulgurante espada que se agitaba, a fin de guardar el camino del árbol de la vida.
1-26. “La solemnidad de la fórmula indica claramente que se trata de la obra más importante. Dios entra en consejo consigo mismo, e invoca la plenitud de su ser, del cual es revelación la Trinidad” (Náca-Colunga). La creación del hombre difiere de las otras creaciones en tres puntos: a) En vez de dar una orden a la materia prima, es el mismo Dios quien pone mano a la obra; b) Dios crea el hombre según Su imagen y semejanza; c) el hombre es constituido señor de toda la creación visible. “Al hombre”: en hebreo sin artículo, lo cual quiere decir que ha de entenderse en sentido colectivo. Imagen y semejanza: San Basilio, San Jerónimo y otros Padres distinguen entre imagen y semejanza. Esta se referiría a los dones sobrenaturales, aquélla a los naturales. Los modernos, p. ej., Hummelauer, se inclinan a ver en la unión de ambos términos una expresión enfática, que significaría imagen perfecta. ¿En qué consiste la semejanza del hombre con Dios? No en el cuerpo, sino en el espíritu, que es un soplo de Dios (2, 7), una centella del Espíritu divino. “Dios creó al hombre por puro amor, y le dio como destino no solamente una existencia natural, sino que, movido por su afecto paternal, le hizo partícipe de la misma vida divina. Dios dio la vida a la creatura humana, pero al mismo tiempo la ensalzó por encima de sí misma, incorporándola a la naturaleza divina (cf. II Pedro 1, 4). Adán era, por medio de la gracia santificante, un verdadero hijo adoptivo de Dios y como tal también socio de la naturaleza divina. Y por cuanto esta “justitia originalis” había sido dada juntamente con la naturaleza, constituía un bien añadido a la naturaleza perfecta del hombre, y estaba destinada a ser transmitida a toda la humanidad” (Sheeben). En el Nuevo Testamento se restauró esta grandiosa idea de la semejanza del hombre con Dios mediante nuestra inserción vital en Cristo. Léase sobre este insondable misterio el primer capítulo de la Carta de San Pablo a los Efesios, especialmente el v. 10. Sobre Cristo como imagen del Padre véase Colosenses 1, 15 y Hebreos 1, 3. De ahí que algunos vean en esta expresión del Génesis al Hijo, quien es “todo en todos” (Colosenses 3, 11).
1-27. Tenemos en este versículo la primera prueba de la poesía hebrea, cuya característica es el paralelismo de los hemistiquios. Es de notar que toda la narración muestra cierto ritmo poético. Varón y mujer, es decir, varón y mujer aparte, dos individuos, no un individuo con dos sexos (cf. Mateo 19, 4). Tampoco creó varios géneros humanos, como San Pablo explica en el discurso del Areópago. (Hechos 17,26).
1-28. Dios aparece en todo este capítulo como Rey del universo, por el hecho mismo de la Creación. Los libros todos del Antiguo Testamento, especialmente los Salmos, celebran tal reinado
(Salmos 28; 47; 92; 94; 103; 104; 144; Tobías 13, 1-6; Ester 13, 9-14; Isaías 37, 16; etcétera). Dentro del Reino de Dios, el hombre ocupa un lugar preferido y es también rey, porque a él le entregó Dios el señorío sobre la creación visible, pero tal privilegio se trocó en duro trabajo a causa de la caída del hombre, por lo cual todas las cosas creadas, hasta las inanimadas aguardan “con ardiente anhelo” la libertad de la “servidumbre de la corrupción” (Romanos 8, 19 y 21 y notas).
1-31. Sobre el “carácter histórico” de los acontecimientos narrados en este capítulo se han escrito muchísimos artículos y libros, principalmente con el fin de establecer la concordancia de las Ciencias naturales con la Biblia, sin que se haya logrado probarla. “Poco servicio hacían a la Biblia los autores del siglo pasado, que querían concordar los trascendentales relatos del Génesis con las teoría de La Place. Era comparar lo incomparable; era no tener idea de lo que es la Biblia” (Celada). La Sagrada Escritura no quiere ser un manual de ciencias, sino que se limita a describir los fenómenos físicos en un lenguaje popular y a veces poético (cf. la nota al versículo 5). Esto lo admite también la Pontificia Comisión Bíblica en su respuesta del 30 de junio de 1909 (Denz. 2121-2128 que transcribimos al final del capítulo tercero) y en la Carta del Cardenal Suhard de París (del 16 de enero de 1948) sobre los once primeros capítulos del Génesis. “Por eso, dice en la citada carta el P. Vosté, secretario de la Comisión Bíblica, invitamos a los sabios católicos a estudiar estos problemas sin parcialidad, a la luz de una sana crítica y de los resultados de los otras ciencias interesadas.” Sin embargo, hay que tener en cuenta el carácter histórico de los hechos que se relacionan con los fundamentos de la religión cristiana, como por ejemplo: la creación de todas las cosas por Dios, la creación particular del hombre, la unidad del género humano, la felicidad original de los primeros padres, su caída, la promesa del futuro Redentor y la institución divina del sábado. Algunos, muy pocos, admiten también un evolucionismo o transformismo mitigado, que no pretende suprimir a Dios ni extender su desarrollo al alma humana, y creen que esta explicación concuerda más con la infinita sabiduría de Dios. Así, por ejemplo, el P. Bea, en la X Semana Bíblica Italiana (1948), no excluye que Dios se haya servido de un organismo ya formado para, modificado, infundir en él un alma racional. La Iglesia no ha aprobado esta tesis, pero tampoco la ha condenado. “Estas teorías conservan, por consiguiente, su mayor o menor probabilidad intrínseca según la fuerza de las razones en que se basan, y su mayor o menor probabilidad extrínseca según la cantidad y calidad de autores que la propagan”. (M. Torres). Todas estas cuestiones están relacionados con lo que se llama “el género literario” (histórico, didáctico, poético, profético, apocalíptico). Entre los católicos es el P. Hummelauer quien más ha contribuido a la investigación de la forma literaria de estos capítulos. Otra cuestión, coherente con esta última, es la del tiempo de su fijación por escrito. Una transmisión escrita no es del todo imposible, pues la
invención de la escritura es mucha más antigua que la del alfabeto, el cual no es sino la última etapa del desenvolvimiento de la escritura. “El archivo común de los conocimientos, dice Ricciotti, era la memoria, y no la escritura; en otras palabras, el pensamiento vivo era preferido a su momia embalsamada en la escritura. Esta momia se buscaba cuando más en los casos en que se necesitaba un documento material que atestiguara -como un contrato-, una ley, un monumento, etcétera. (Historia de Israel, núm. 190). Ricciotti trae argumentos contundentes que prueban la importancia que tuvo la memoria entre los pueblos antiguos. La Comisión Bíblica, en una Respuesta dada el 27 de junio de 1906, admite que Moisés para componer su obra se haya servido de fuentes, sacando de ellas algunas cosas a la letra y otras compendiadas. Nada dice de la composición de esas posibles fuentes, ni de la forma de su transmisión en los tiempos anteriores a Moisés.
2-1. El ornato, en hebreo “sabaot” (ejército). El “ejército del cielo” son las estrellas. Cf. Deuteronomio 4, 19; 17, 3; IV Reyes 17, 16; 21, 3 y 5; Nehemías 9, 6; Isaías 40, 20, etc. La misma palabra se usa en otros lugares como denominación de los ángeles. Cf. Josué 5, 14; III Reyes 22, 19; II Paralipómenos 18, 18. Sobre la creación de los ángeles véase 1, 1 y nota (final). El “ornato de la tierra” son todas las cosas creadas en ella y todas sus fuerzas.
2-2 s. El día séptimo, o sea, el sábado (que originariamente significaba “siete”), recibe aquí su institución divina. Dios lo santificó (v. 3): Expresión antropomórfica. Dios nunca descansa a manera
del hombre. Si Dios no obrase sin cesar, toda la creación volvería a la nada. (Cf. Salmo 62, 9; 103, 29; Sabiduría 1, 7); por lo cual Jesús pudo decir en día de sábado: “Mi Padre hoy como siempre está obrando” (Juan 5, 7). De este versículo se sigue que la institución del sábado o día de descanso es anterior a la legislación sinaítica, la cual la supone (cf. Éxodo 16, 23 y 30). El pueblo de Israel debió descansar después de los seis días de trabajo, y lo mismo la tierra cada siete años (Éxodo 23, 10; Levítico 25, 1 ss.; Deuteronomio 15, 1 ss.), en memoria del séptimo día en que Dios “descansó” después de la Creación. Algunos Santos Padres van más lejos y ven también en la historia del mundo un plan septenario: cuatro milenios antes de Cristo, dos milenios después de Cristo y un milenio de reinado de Jesucristo. Los demás pueblos antiguos no conocían el sábado; los egipcios tenían décadas de días; los babilonios daban el nombre de sábado (schabatu) el día 15 del mes (plenilunio), el cual era para ellos un día de penitencia. El “séptimo día” de los cristianos es, según tradición apostólica, el domingo, el “día del Señor”, porque Cristo resucitó en ese día (cf. I Corintios 16, 2).
2-4. El autor sagrado vuelve al tema de la creación del hombre, la que nos narra con nuevos detalles. Yahvé Dios, en hebreo “Yahvé Elohim”. Sobre el nombre de Elohim véase 1, 1 y nota. Yahvé
significa, etimológicamente, “El que” es, el Viviente, el Eterno. Cf. Éxodo 3, 14, donde Dios mismo se da este nombre, el cual solamente le corresponde a Él, cualquier dios pagano es un no ser, un
producto de la imaginación, o a lo más, la representación de un espíritu maligno (cf. I Corintios I, 5; Gálatas 4, 8). Los críticos han llamado la atención sobre el hecho de que en este capítulo y en el
siguiente, el escritor sagrado use el nombre de Yahvé, combinándolo con Elohim y formando un compuesto “Yahvé Elohim”. Los más avanzados han atribuido a este fenómeno tanta importancia, que sostienen que en este versículo comienza a escribir otro autor, el “yahvista”. De esta manera destruyen la unidad del Pentateuco y lo reparten entre diversos autores: yahvistas, elohistas y otros, llegando al extremo de negar por completo su origen mosaico. Es verdad que la diversidad de los nombres de Dios es una particularidad notable del Pentateuco. La conocían ya los grandes exégetas de la antigüedad. San Crisóstomo y San Agustín, quienes, no obstante ello, sostenían el origen mosaico y la unidad de los cinco primeros libros de la Biblia. Hoy sabemos que esa particularidad tiene poco peso, pues las versiones antiguas, los Setenta y el Samaritano, no coinciden en este punto con el texto hebreo masorético, lo cual prueba que el uso distinto de los nombres de Dios no tiene tanta importancia como le atribuyen los críticos, si bien se puede admitir que Moisés tuvo a mano fuentes de diverso estilo y diversos nombres de Dios. En todo caso, ha de sostenerse que Moisés es el autor del Pentateuco.
2-6. Fuente: Traducción incierta. La palabra correspondiente hebrea aparece sólo dos veces en la Biblia, aquí y en Job 36, 27. Su significado sería más bien “humedad”, “líquido”. Más tarde, en
Babilonia, significaba “agua que corre en canales”.
2-7. El sentido de este versículo es: Dios creó el cuerpo del hombre del barro de la tierra, como el de los animales, y le inspiró el alma, de modo que en el hombre se juntan dos mundos, el corpóreo y el incorpóreo o espiritual. Sobre el evolucionismo y transformismo véase la nota a 1, 31, final. La expresión antropomórfica “insufló en sus narices (cf. Isaías 2, 22) quiere expresar simbólicamente que el alma no fue formada a manera del cuerpo, de la materia preexistente, sino creada por Dios directamente de la nada y unida al cuerpo (Santo Tomás). Compárese esta expresión con una
semejante del Nuevo Testamento, que trata del Espíritu Santo. Jesús “sopló hacia los discípulos y les dijo Recibid el Espíritu Santo” (Juan 20, 32). “Aliento de vida”: ¿No se puede ver también aquí una alusión al Espíritu Santo, como en 1, 2? Cf. Job 33, 4: “El Espíritu de Dios me ha hecho, y el soplo del Todopoderoso me da vida”, y en Salmo 32, 6: “Por la palabra del Señor se hicieron los cielos, y sus huestes todas por el aliento de su boca.”
2-8. Edén, palabra antigua sumeria. Los sumerios fueron los antecesores de los babilonios, a los cuales dejaron su cultura y la escritura cuneiforme. Edén significa en sumerio campo abierto, llanura
donde prosperan todos los frutos; de ahí que en hebreo tenga el significado de delicias. La Vulgata traduce “jardín de delicias”, y en vez de “al oriente” vierte “desde el principio”, pues en hebreo las
dos cosas se expresan por la misma palabra.
2-9. “El árbol de la vida” servía para contrarrestar la natural caducidad del cuerpo. Según San Tomás, el fruto de ese árbol libraba el cuerpo de la muerte solamente por algún tiempo, y para evitar
la muerte Adán tenía que comer siempre de nuevo. “El árbol del conocimiento” servía para ver si Adán optaba por el bien o por el mal. Su nombre le viene de los efectos que de sus frutos se esperaban (Santo Tomás).
2-11. De los cuatro ríos sólo conocemos los dos últimos, el Tigris y el Éufrates, los dos grandes ríos de Mesopotamia, que desembocan en el Golfo Pérsico. Havilá: tierra desconocida, localizada por algunos en la Cólquida, en el Cáucaso. Más tarde encontramos ese mismo nombre en el norte de Arabia (Génesis 25, 18; I Reyes 15,7; cf. Génesis 10, 7 y 29).
2-12. Bedelio: resina odorífera. Piedra de ónice: Nácar-Colunga traduce ágata. Bover-Cantera conserva el nombre hebreo schoham.
2-13. Cus o Kusch, en tiempos históricos nombre de Etiopía. Se cree que los cusitas (etíopes) originariamente vivieron en el Cáucaso, de donde, al emigrar hacia el sur, se llevaron el nombre de Kusch. “¿Dónde hay que buscar el sitio del paraíso?” Tomando como punto de partida los ríos conocidos, el Tigris y el Éufrates, que nacen en Armenia, tendríamos que identificar esta región con el país del paraíso. En tal caso el Fisón sería idéntico con el Fasis, y el Gihón con el Araxes o uno de los ríos de aquellas montañas. Heinisch busca el paraíso en Aserbeidschan, en la región de los lagos de Wan y Urmia. Otros recurren a la hipótesis de Syce, que busca el paraíso en la región del Golfo Pérsico, entre Mesopotamia y Arabia. Algunos lo buscan en la India, China, Madagascar, Abisinia, Perú, etc. “Después de leer estas opiniones, llegamos a la conclusión de que, si bien el texto bíblico hace la impresión de querer describir la región próxima al paraíso, es muy difícil determinarlo” (Enciso). Sin embargo, se mantiene la fe en su existencia. San Justino, San Agustín, Santo Tomás y otros Padres y Doctores de la Iglesia creen que Enoc y Elías tienen su morada en el paraíso terrenal.
2-15. Para que lo labrara: Aún antes de su caída, Adán tenía que cultivar la tierra. Le era preciso trabajar, no para procurarse alimento con el sudor de su frente, como después del pecado, sino para ejercitar su inteligencia y sus fuerzas, de tal manera que no se cansase, pero que no estuviese tampoco sin hacer nada (San Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Génesis).
2-16 s. He aquí la primera prohibición que Dios impuso a los hombres. De hecho Adán era señor de toda la tierra (1, 28), gozaba del privilegio de estar exento de enfermedades y de la muerte y vivía en íntima amistad con su Creador, que le había elegido para fundar y difundir el Reino de Dios sobre la tierra; pues todas las obras de Dios respecto del hombre, desde el primer día de la existencia del género humano hasta el fin de los tiempos, tienen por objeto el establecimiento y desarrollo de Su Reino. Su omnipotencia le permitiría hacerlo sin nosotros, pero su infinita bondad desea nuestra colaboración, para que seamos partícipes de un destino inefablemente dichoso. Cf. II Pedro 1, 4; I Juan 3, 1. Si este Reino fracasó aparentemente tan pronto fue por culpa de los primeros padres; y si hasta el presente sufre violencia (Mateo 11, 12), la culpa la tenemos nosotros. En los versículos que siguen, narra el autor sagrado la historia del primer revés del Reino de Dios sobre la tierra, a causa de la desobediencia de los protoparentes, los que dieron más crédito a la serpiente que a su Padre y Creador. (Cf. Sabiduría 2, 24 y nota). “Morirás” (v. 17): Se refiere a la muerte física, pues antes de la caída el hombre no estaba sometido a ella, como lo afirma la Sabiduría: “Por la envidia del diablo entró la muerte en el mundo” (Sabiduría 2, 24). Lo mismo dice San Pablo n Romanos 6, 23: “El salario del pecado es la muerte”. (Cf. Romanos 45, 12).
2-18 ss. Adán ejerce el señorío sobre los animales, dándoles nombres que corresponden a su naturaleza, mas al mismo tiempo se da cuenta que no tienen semejanza con él. Siente su aislamiento en el mundo que le rodea, y esto es precisamente lo que Dios le quiere sugerir al presentarle los animales. Tenemos también aquí uno de los antropomorfismos tan frecuentes en este capítulo. Noquiere decir que Dios haya organizado un desfile de todos los animales, sino que Adán, al ver las diversas clases de animales, les puso los nombres correspondientes a su naturaleza. Se puede probar lingüísticamente que los primeros nombres de los animales, como también los de las plantas y de todas las demás categorías de cosas, eran genéricos y no especiales como lo son hoy. La especificación se produjo poco a poco, sobre la base de los nombres primitivos puestos por Adán. “No es bueno que el hombre esté solo”. Comentando estas palabra, dice Fray Luis de León: “Dios por su persona concertó el primer casamiento que hubo, y les juntó las manos a los dos primeros casados y los bendijo, y fue juntamente como si dijésemos, el casamentero y el sacerdote” (La Perfecta Casada).
2-21. Un profundo sueño: La voz hebrea significa sueño profundo y extático. Los Setenta traducen “éxtasis”. Cf. 15, 12; I Reyes 26, 12; Isaías 29, 10.
2-22. De la costilla… formó una mujer: ¿Ha de entenderse esto en un sentido literal o en sentido figurado? Hay quienes ven en estas palabras solamente una figura que quiere expresar la igualdad de naturaleza entre el hombre y la mujer. A esto se opone el texto de I Corintios 11, 7, donde San Pablo afirma que “no procede el varón de la mujer, sino la mujer del varón”. Por eso la interpretación tradicional veía siempre en la creación de la mujer una acción “especial” de Dios, aunque la costilla puede ser un símbolo para indicar la identidad de naturaleza. Pero puede admitirse que en hebreo “costilla” y “costado” se denominan por la misma palabra, por lo cual no es falso lo que algunos catecismos enseñan, a saber, que Eva fue creada del costado de Adán. La narración bíblica quiere también decir que la mujer es compañera del hombre, pero que éste es su cabeza, como dice San Pablo: “Las mujeres estén sujetas a sus maridos, como al Señor, por cuanto el hombre es la cabeza de la mujer, así como Cristo es la cabeza de la Iglesia, que es su cuerpo, del cual Él mismo es Salvador. De donde, así como la Iglesia está sujeta a Cristo, así las mujeres lo han de estar de sus maridos en todo” (Efesios 5, 22-24). Cf. Génesis 3, 16. No hay duda de que Adán y Eva son padres de todo el género humano. En esto estriba el dogma del pecado original y de la Redención por Jesucristo, y el precepto de amar a todos los hombres como a hermanos. La Sagrada Escritura atestigua varias veces esta verdad fundamental. Cf. Génesis 3, 20; 10, 32; I Paralipómenos 1, 1; Tobías 8, 8; Sabiduría 7, 1; 10, 1; Eclesiástico 17, 1 ss.; Hechos 17, 26. Eva formada del costado de Adán es, según los santos Padres, figura de la Iglesia, la que salió del costado de Jesucristo. Como Eva es figura de la Iglesia, así lo es Adán respecto de Cristo. Cf. II Corintios 11, 2; Efesios 5, 25-32; Apocalipsis 19, 7 s.
2-23. Varona: Así dice el hebreo y también la traducción de Scío. Usando la palabra varón en su forma femenina “varona”, hoy caída en desuso, se ve perfectamente que ante Dios, la mujer y el hombre tienen el mismo valor, aunque no la misma posición.
2-24. Este versículo atestigua la institución divina del “matrimonio”, fundamento de la sociedad humana, cuya célula es la familia. El hombre y la mujer serán una carne, lo que implica la indisolubilidad y unidad del matrimonio, como lo explica Jesús en Mateo 19, 7-8, donde cita nuestro pasaje y agrega: “A causa de la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres, mas al principio no fue así”. Es éste uno de los pocos pasajes en que Jesucristo ha dado normas a las ciencias profanas; en este caso para la etnología e historia de la cultura. Sin embargo, debemos comprobar que los eruditos modernos, salvo muy pocas excepciones, no hacen caso de esa palabra de Cristo, sino que sostienen que al principio las relaciones entre varón y mujer obedecían a la ley de la promiscuidad y que los primeros hombres vivían en poligamia. Son ésos los mismos etnólogos que sostienen también que, al comienzo de la historia del género humano, reinaba el politeísmo y no el monoteísmo, con lo cual desprecian expresamente a Dios, quien dice claramente que al principio todo estaba bien, muy bien (1, 31). Esto significa que la depravación, el politeísmo y la poligamia son la segunda etapa de la cultura humana, no la primera. Su consecuencia fue, como veremos en los caps. 6 y 7, el diluvio.
2-25. Adán: otros traducen el hombre. “En hebreo sólo a partir de 4, 25 aparece el nombre (Adán) sin artículo y como propio, cuando por haberse hablado ya de otros hombres era preciso individualizarlo.” (Bover-Cantera). Para mayor claridad lo usamos ya ahora. “No se avergonzaban”, porque eran como niños. Este pequeño detalle arroja no poca luz sobre el estado extraordinariamente feliz de los primeros padres. “El misterio del estado original es tan grande y maravilloso que recién la revelación del Logos encarnado, la revelación del Nuevo Testamento, no ha proporcionado sobre él una claridad beatificadora, en especial la profunda teología de San Pablo, la que, por la inspiración divina de sus Epístolas se eleva a la esfera de la infalible revelación divina, y no puede, por tanto oponerse a la doctrina de Cristo, como si fuese especulación rabínica o “exaltación” dogmática de la sencilla enseñanza de Jesús, contenida en los sinópticos” (Rhaner, Teología Kerigmática). Solamente la doctrina de la filiación divina, que San Pablo explica particularmente en la Carta a los Efesios, es capaz de darnos una idea del estado primitivo que se perdió por el pecado. Si Cristo vino al mundo para restaurar lo que Adán había perdido, fue para darnos de nuevo la capacidad de ser hijos de Dios como lo fue Adán.
3-1. La serpiente: no un ser fantástico, sino una verdadera serpiente (como se deduce del v. 14), de la cual se sirvió el diablo, el cual en el Apocalipsis se llama “la antigua serpiente” (Apocalipsis 12, 9; 20,2). Algunos, como p. ej. Ceuppens, prefieren entender directamente el diablo en forma de serpiente. Los antiguos creían que tenía patas (cf. las representaciones en las catacumbas) y que era semejante al dragón que en la antigüedad llevaba también el nombre de serpiente. En la serpiente apareció Satanás por primera vez como Ángel de luz (II Corintios 11, 14), táctica que desde entonces usa con creciente éxito. “El más astuto”, en este caso de un modo especial, por ser el diablo. Sobre el carácter mentiroso y envidioso de este enemigo número 1 de género humano, véase Sabiduría 2, 24; Juan 8, 44: II Corintios 4, 4; Apocalipsis 12, 9, etc. El es padre de la mentira, de lo cual tenemos la primera prueba en este mismo pasaje, donde se maravilla de un precepto que cita en forma exagerada, pues Dios no dijo: “No comáis de todos los árboles”, pero “no-todo” significa en hebreo “ninguno”. El diablo se dirige a Eva, aprovechando la curiosidad y flaqueza de la mujer, y su influencia sobre el marido. El hecho de que la serpiente hablase como un ser racional no extrañaba a Eva, porque antes de la caída Adán y Eva vivían como niños, y toda la naturaleza que los rodeaba era para ellos un milagro, de manera que prácticamente no atendían a la diferencia entre lo natural y lo milagroso. El P. Páramo explica este fenómeno psicológico que tan hábilmente aprovecha el diablo, citando las palabras de San Cirilo, quien dice que Eva, como acababa de salir de las manos de Dios, pudo entrar en duda de si habría algún animal más perfecto que los otros, que pudiese hablar; o si acaso le hablaba algún ángel por medio de la serpiente, sin conocer que fuese bueno o malo. Es de notar que Satanás no pronuncia el nombre de Yahvé (Señor), sino solamente el de Elohim (Dios), lo mismo que Eva en la respuesta (v. 3), mientras que en toda esta narración el nombre de Dios es Yahvé Elohim (Yahvé Dios).
3-2 s. La respuesta de Eva muestra pleno conocimiento del precepto de Dios, pero agrega: ni lo toquéis, lo cual Dios no había dicho en 2, 17.
3-4 s. La serpiente, viendo la debilidad de Eva, va más lejos, tachando de mentiroso al mismo Dios, y prometiendo más cosas que el Creador: inmortalidad, omnisciencia, felicidad absoluta, y ante todo igualdad con Dios. De ninguna manera moriréis: mentira sarcástica, como se manifiesta después en el versículo 7. Eva toma las palabras en otro sentido que el tentador maligno. Conocedores del bien y del mal (versículo 5): Estas palabras pueden significar dos cosas: a) conoceréis todas las cosas, las buenas y las malas; o 2) sabréis la diferencia entre lo bueno y lo malo. Otra forma de sarcasmo diabólico: pues esto se realizó, pero muy de otra manera. El diablo no sospechaba que el ansia del mismo Dios consistía precisamente en otorgar a los hombres su propia vida divina, pero no por vía de rebelión, sino por vía de obediencia a su mandato. Notamos ya en este primer encuentro del diablo con el hombre el signo característico de toda rebeldía contra Dios, esa contradicción esencialmente diabólica, que consiste no ya sólo en la monstruosa ingratitud de aprovechar un don para ofender al donante, sino en la indecible estupidez de pretender que somos algo frente al que nos sacó de la nada. Tal fue la actitud de los ángeles rebeldes (cf. Isaías 14, 12 ss. y nota)), y tal fue igualmente el móvil del primer pecado del género humano, cometido bajo los auspicios del diablo. Otra característica, no menos significativa, se revela en esta primera aparición de Satanás en el escenario de la tierra: su audacia en penetrar en el jardín de Dios, el paraíso, y llevar su ataque contra el mismo centro del Reino de Dios que estaba en sus primeros comienzos. De la misma manera se metió también en el colegio más santo del mundo, el de los apóstoles, por medio de su representante Judas. Estemos seguros que el enorme éxito que tuvo con este método le ha inducido a seguirlo y a perfeccionarlo. Por eso, si queremos localizar a Satanás, no hemos de buscarle en el desierto, sino metido en los centros y en los puntos neurálgicos y bien disfrazado como “ángel de la luz” (II Corintios 11, 14). Solamente así se explica el misterio de la apostasía bajo formas de piedad, de la cual habla San Pablo en II Tesalonicenses 2, 3 ss.
3-6. Eva se deja engañar por el diablo y sus propios apetitos. Dio también a su marido: San Agustín agrega: “con palabras persuasivas”. Ha de excluirse todas las teorías modernas que consideran este primer pecado como un pecado de niño irresponsable, o un pecado de magia, o un pecado sexual. Toda la tradición lo toma como un acto de desobediencia y aunque la desobediencia de Eva precedió a la de Adán, no hay duda de que éste es la causa primera del pecado original y de su propagación, por ser nuestra cabeza y la causa primera de la generación. Santo Tomás y muchos Teólogos opinan que a pesar de la caída de Eva, no habría habido transmisión del pecado original si Adán no hubiera pecado. Comienza aquí el drama del género humano, que se desarrolla de pecado en pecado hasta el último pecado del último hombre, sólo interrumpido por el entreacto de la Redención. Mas en el último acto veremos, como afirma San Pedro, el gran milagro de la “restauración de todas las cosas” (Hechos 3, 21), y en esto se funda nuestra “bienaventurada esperanza” (Tito 2, 13). Cf. Mat 19, 28. Los racionalistas han realizado grandes esfuerzos por dar al relato bíblico de la caída de Adán un carácter mitológico, pero no han encontrado sino un sello babilónico del tercer milenio a. C. En el sello aparecen dos personajes, sentados en escabeles a ambos lados de un árbol. Detrás de la primera persona, que según el vestido puede ser una mujer, hay una serpiente colocada verticalmente. En realidad nadie conoce el verdadero sentido de la escena grabada en el sello.
3-7. Se les abrieron los ojos, no para adquirir nuevos y más elevados conocimientos, ni mucho menos para ser como Dios, sino para reconocer su propia miseria y el terrible engaño de que habían sido víctimas. Perdieron todos los dones sobrenaturales, la gracia santificante, la inocencia, justicia y santidad original y la amistad de Dios; hasta sus dones naturales comenzaron a flaquear, se despertó la concupiscencia, la carne empezó a rebelarse contra el espíritu, y detrás de todos los males se cernía la muerte y la corrupción de todo el género humano. La caída de Adán tiene mucha semejanza con la del Ángel caído. Ambos sobrepasaban sus derechos buscando en cierto modo arrebatar el Reino de Dios para sí mismos; ambos negaban la autoridad que correspondía Dios solo. Mas la sublevación del Ángel fue definitiva e irreparable; la caída del hombre, en cambio, será reparada por un Redentor que por su obediencia restaurará el Reino de Dios sobre la tierra, destruido por la desobediencia de Adán. La higuera es el primer árbol cuyo nombre aparecen en la Biblia, el segundo es el olivo (8, 11).
3-9. ¿Dónde estás? No es una simple pregunta, sino la voz del buen pastor que busca la oveja perdida, como si dijera “¿En qué situación estás? ¿A qué extremo te ha reducido tu pecado, que huyes de tu Dios a quien antes buscabas?” (San Ambrosio).
3-11. “De dos dolores nos habla aquí la Sagrada Escritura: del dolor de Dios y del dolor del hombre. El pecado es el dolor de Dios, su consecuencia es el dolor del hombre. El pecado nos aleja de Dios, el dolor nos acerca a Él. El pecado es separación de Dios, el dolor, unión con Él” (Elpis).
3-14. El “castigo” se dirige no tanto a la serpiente como al diablo. No quiere decir que la serpiente hubiera tenido patas antes del pecado del paraíso, ni que en adelante se alimentaría del polvo de la tierra, como lo explicaban por ej. Flavio Josefo y Lutero. Arrastrarse sobre el pecho y comer polvo son metáforas que señalan las más profunda humillación (cf. Miqueas 7, 17). Especialmente la segunda metáfora era muy usada entre los pueblos orientales. En la mitología babilónica el polvo era el manjar de los condenados en el infierno. San Judas nos revela que el diablo, pese a su caída y la sentencia pronunciada contra él, sigue siendo de altísima categoría, de modo que San Miguel no se atrevió a maldecirlo directamente, sino que le dijo: “Te reprenda el Señor” (Judas v 9), palabras que repetimos todos los días en el exorcismo que León XIII mandó rezar después de la misa para implorar el encierro de Satanás, que se realizará cuando sea vencido definitivamente (Apocalipsis 12, 7-12) y 20, 10). Entretanto le es dada cierta libertad, como lo vemos en el primer capítulo del libro de Job y en muchos pasajes del Nuevo Testamento, por ej. En I Pedro 5, 8. Cf. también Juan 14, 30: II Corintios 2, 10s; 4, 4 y notas.
3-15. Brilla aquí el primer rayo de luz después de la caída del hombre. El corazón paternal de Dios tiene preparada una salida, tan compasiva como insospechada: la futura reparación y salvación por medio de un nuevo Adán, Cristo (cf. Romanos 5, 12 ss.), por donde se ve “que en el pensamiento de Dios el Cordero inmaculado se inmola desde el principio del mundo y pone a la humanidad caída en vías de redención” (Eschoyez). Cf. Apocalipsis 13, 8. La nueva versión italiana explicada por el P. Vaccari, profesor del Pontificio Instituto Bíblico, explaya el misterio de este versículo con las siguientes palabras: “La descendencia de la mujer vencerá al demonio de la misma manera que el hombre aplasta la cabeza de una serpiente. La descendencia de la mujer es, en general, el género humano; más principalmente, el Salvador Jesucristo, que es la Cabeza de toda la humanidad (Colosenses 1, 15, 18). Él venció por propia virtud al demonio, lo que los otros hacen en virtud de Él. Contiene, pues, este versículo el primer anuncio del futuro Redentor. Se le da por ello el nombre de “Protoevangelio” (“primera Buena Nueva”). Al triunfo del Salvador va asociada su madre, la magna Señora, que se contrapone a Eva (Lucas 1, 26-38).” En vez de “éste” (el linaje) dice la Vulgata “ésta” (la mujer), lo que dio lugar a muchas discusiones, porque el texto hebreo y todas las versiones antiguas se oponen a esta traducción. El mismo San Jerónimo atestigua que también la primera versión latina, la Itala, traía igualmente el pronombre masculino, y no el femenino. “Le aplastarás el calcañar”: Cristo fue clavado en la Cruz, por obra de la serpiente (Satanás) y sus cooperadores, y así obtuvo Satanás una aparente victoria, mas el verdadero vencedor fue Cristo, que con la muerte de Cruz aplastó al enemigo del género humano, el cual al fin (Apocalipsis 20,10) será precipitado en el “lago de fuego y azufre.” Entretanto, “ronda como león rugiente, buscando a quien pueda devorar” (I Pedro 2, 4; cf. Judas v. 5). Así se explica la misteriosa palabra de San Pablo en I Corintios 6, 3: “¿No sabéis que juzgaremos a los ángeles?”
3-16. La sumisión de la mujer al marido, que tantas veces repite San Pablo (Romanos 7, 2; I Corintios 11, 3 ss.; Efesios 5, 22, 24 y 33; Colosenses 3, 18) es, según estas palabras de Dios, una ley natural y divina. Hoy se tiende a olvidar esta norma primitiva, que no significa esclavitud de la mujer, sino su legítima posición dentro de la familia, ya que no puede haber dos cabezas en el mismo cuerpo.
3-19. En ese momento el hombre empezó a morir, faltándole el fruto del árbol de la vida (v. 22). Desde entonces sentimos que el hombre es polvo. “De la tierra y a la tierra”, he aquí las palabras lapidarias que el dedo de Dios escribió sobre el escudo del género humano. “Todos los hombres no son más que polvo y ceniza”, dice ya el Eclesiástico (17, 31). Mas, si bien el cuerpo se descompone, el alma es un soplo de Dios (2, 7), que no se descompone ni muere (Sabiduría 3, 1-4), y aun el cuerpo descansa en la esperanza de la resurrección (Juan 5, 28 s; Romanos 8, 23; I Corintios 15, 42). De aquí arranca un nuevo concepto de la vida. Somos lo que somos, hijos de Adán y herederos de su carne depravada. Solamente los méritos de Cristo nos dan capacidad para sobreponernos a esta degeneración de la carne y vivir según el espíritu; pero esto, que sólo se da a los que creen con fe viva, no quita nada de nuestra decadencia natural; ya que la vida según el espíritu es un “nuevo nacimiento” en Cristo y presupone la muerte de nuestro “hombre viejo”, para que “caminemos en nueva vida” (Romanos 6, 4). San Pablo explica este misterio a los Efesios, diciéndoles: “Dejad vuestra pasada manera de vivir y desnudaos del hombre viejo, que se corrompe al seguir los deseos del error; renovaos en el espíritu de vuestra mente y vestíos del hombre nuevo, creado según Dios en la justicia y en la santidad de la verdad” (Efesios 4, 22-24; cf. Efesios 3, 9). Esto, sin duda, es menos frecuente de lo que creemos; pues para ello debe el hombre renunciarse a sí mismo (Lucas 9, 23), lo cual no es difícil si estamos convencidos de esa decadencia en que nacemos, pero es muy difícil para el que tiene esa suficiencia de sí mismo, tan en boga hoy día, pues nadie deja lo que cree bueno, en tanto que es fácil dejar lo que sabemos malo y perjudicial.
3-20. “Eva” significa literalmente: productora de vida, madre. La misma palabra encontramos, aunque con una pequeña diferencia morfológica, en el nombre de Yahvé (el que es, el viviente). “Adán” significa barro, polvo.
3-22. ¿Han de entenderse estas palabras de Dios como una simple aserción o en sentido irónico? Son más bien expresión de la compasión del divino Padre, cuyos ojos prevén las calamidades que han de venir sobre los pobres hombres que habían aspirado a ser como Él (v. 5).
3-24. “Por el pecado del hombre se cerró el paraíso terrenal, en señal de haberse cerrado el celestial” (Sto. Tomás); nos queda sólo la esperanza de la “restauración de todas las cosas”, de la cual habla San Pedro en Hechos 3, 21, y el consuelo de que los ríos del paraíso siguen regándonos místicamente en los Sacramentos. “Los querubines”: ángeles de orden superior; son en el Salmo 17, 11 la “carroza” de Dios, el cual se sienta sobre los querubines (I Reyes 4, 4; Salmo 79, 2; Isaías 37, 16). Es de notar que Dios permitía y ordenaba (Éxodo 25, 18; III Reyes 6, 23) la representación plástica de los querubines, no obstante la prohibición, establecida por Él en el Decálogo, de no hacer imágenes ni figura alguna de las cosas que hay en el cielo y en la tierra (Éxodo 20, 4). También los asirios y babilonios conocían a los querubines (Karibu) y colocaban sus figuras en las puertas como guardianes celestiales de templos y palacios, mas los representaban medio hombre y medio animal, dándoles cuerpo de toro o león, alas de águila y cabeza de hombre con tiara y dos cuernos, símbolos de su divino poder. Cf. la descripción de los querubines en la visión de Ezequiel 1, 5 ss. “La fulgurante espada”, símbolo de la llameante espada divina, la encontramos también en la mitología pagana, donde tiene a veces la forma de tridente.
Terminada la explicación de los tres primeros capítulos creemos conveniente llamar de nuevo la atención a la “Respuesta” de la Pontificia Comisión Bíblica del 30 de junio de 1909 que Bover-Cantera sintetiza como sigue:
“Los tres primeros capítulos del Génesis contienen narraciones de hechos verdaderos, es decir que responden a la realidad objetiva y verdad histórica; no fábulas mitológicas o cosmogónicas, ni meras alegorías o símbolos destituidos de fundamento objetivo, ni leyendas ejemplares, parte históricas, parte ficticias (Dub. 2). Hay que admitir el sentido literal histórico en los hechos que atañen a los fundamentos de la religión cristiana, cuales son, entre otros: la creación del universo por Dios al principio del tiempo; la peculiar creación del hombre; la formación de la primera mujer, hecha del primer hombre; la unidad del género humano; la felicidad original de los primeros padres en estado de justicia, integridad e inmortalidad; el precepto dado por Dios al hombre para probar su fidelidad; la transgresión del precepto divino, por persuasión del diablo bajo la apariencia de serpiente; la caída de los primeros padres de aquel estado primitivo de inocencia; además la promesa de un futuro Reparador (Dub.3). No hay que entender siempre en sentido propio y material todas las expresiones, que a las veces son evidentemente metafóricas o antropomórficas (Dub. 5). Siendo la mente del hagiógrafo no dar un tratado científico de la naturaleza, sino más bien un conocimiento popular, no hay que interpretar su lenguaje con rigor científico (Dub. 7) La palabra “yom” (día) puede entenderse en sentido impropio o lato (Dub. 8).