Religión

El Apocalipsis no nos muestra una domesticación progresiva de la famosa Bestia

por Padre Juan Carlos Ceriani
en Radio Cristiandad

Al igual que todas las cosas vivas, el Reino de Dios en la tierra, la Iglesia, ha sido establecido para crecer, desarrollarse, llegar a su apogeo y luego decaer para acabar…

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[…] está profetizado el gobierno mundial del Anticristo, con el apoyo de una falsa religión, y, después de su derrota, el gobierno universal y sobrenatural de Jesucristo

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Modernismo y Vaticano II, siembra de una cizaña de gran calidad y mezcla del fermento farisaico de enorme poder, resultando el ilegítimo connubio de la Iglesia Conciliar con la Revolución…

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Este diagnóstico parece tremendo… El cuadro puede parecer apocalíptico… Pues bien, el término es exacto.

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Sin perder el tiempo en ilusorias reconquistas ni en utópicas restauraciones, nuestro deber es, por lo tanto, santificarnos y santificar […] Pero es más fácil proporcionar la droga de la restauración, que causa el escapismo de la realidad, que enseñar y ayudar a enfrentar la misma […] Y en el ámbito mismo de la Obra de la Tradición se equivoca el diagnóstico de la situación y, consecuentemente, el tratamiento de la enfermedad.

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Sabemos que lucha entre el diablo y la Ciudad Santa durará hasta la Parusía. […] el Apocalipsis no nos muestra una domesticación progresiva de la famosa Bestia.

DOMINGO SEXTO SOBRANTE DE EPIFANÍA DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

En aquel tiempo dijo Jesús a las turbas esta parábola: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza que toma un hombre y lo siembra en su campo. El cual grano es ciertamente la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es mayor que todas las legumbres, y se hace árbol, de modo que los pájaros del cielo vienen y anidan en sus ramas. Les dijo esta otra parábola: El reino de los cielos es semejante al fermento que toma una mujer y lo esconde en tres celemines de harina, hasta que la hace fermentar toda. Todo esto se lo dijo Jesús a las turbas en parábolas; y no les hablaba sin parábolas para que se cumpliera lo dicho por el Profeta: Abriré mi boca en parábolas, diré cosas ocultas desde la creación del mundo.

La parábola del grano de mostaza señala las características de la Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo, así como su repercusión e influencia sobre la sociedad.

Esta parábola indica, pues, la fundación de una sociedad visible, que exigía un período extenso y un crecimiento lento; lo cual no quita que su desarrollo haya sido sorprendente, maravilloso y extraordinario, e incluso milagroso, un milagro moral, como enseña el Concilio Vaticano I.

Lo cierto es que esa semilla produjo en el mundo efectos que ninguna otra institución ha podido producir, y se volvió literalmente el mayor de todos los árboles.

De este modo, después que el Cristianismo lograra penetrar en el Imperio Romano, la sociedad fue vivificada por el Evangelio, llegando a una cumbre, en la Edad Media, la Civilización Cristiana, a pesar de todas las imperfecciones propias de la naturaleza herida por el pecado.

Puede presentarse aquí la objeción que plantea la situación actual, no sólo de la Civilización Cristiana, la Ciudad Católica edificada por la Iglesia, sino también el estado crítico de la misma sociedad instituida por Nuestro Señor Jesucristo. En efecto, ¿qué queda hoy de la esplendorosa y magnífica construcción de la Iglesia? ¿No está, acaso, casi desaparecida la propia Iglesia, sin ejercer influencia alguna sobre los destinos de las naciones, de las familias, e incluso de la gran masa de los individuos?

Para responder a esta neta dificultad debemos destacar, en primer lugar, que esta parábola no es la única que predicó Jesucristo. En efecto, está también, entre otras, la del trigo y la cizaña. Además, Nuestro Señor anunció una crisis final; del mismo modo, los Apóstoles escribieron sobre la apostasía, el Hijo de perdición y el reino del Anticristo…

Pero, lo más importante es que esta parábola contiene la cosmovisión de Cristo, la manera católica de concebir la vida y la misión del hombre en la tierra, contrapuesta a la cosmovisión revolucionaria.

Hay sólo dos cosmovisiones: la de la impiedad y la de la Iglesia; es decir, la del panteísmo o la del ateísmo, por un lado, y la de la filosofía del Evangelio, por el otro.

Esas dos cosmovisiones son contradictorias; la primera sostiene el progreso indefinido de la humanidad; y la del catolicismo señala un comienzo, un apogeo, un declinar y un punto final para la sociedad humana.

Al igual que todas las cosas vivas, el Reino de Dios en la tierra, la Iglesia, ha sido establecido para crecer, desarrollarse, llegar a su apogeo y luego decaer para acabar…; terminar, no en la extinción y la nada, sino en una transfiguración y transformación final, por supuesto, pero terminar, sin un desarrollo o evolución indefinido.

Según la concepción impía, estamos en un momento decisivo de la evolución del hombre, que consiste en la creación de un gobierno mundial, sobre la base de la democracia, con el apoyo de las religiones.

Ahora bien, en la Sagrada Escritura no hay ni rastro de este gobierno mundial democrático… Por el contrario, sí está profetizado el gobierno mundial del Anticristo, con el apoyo de una falsa religión, y, después de su derrota, el gobierno universal y sobrenatural de Jesucristo.<!-more–>

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