Brujas chivatas
El otro día camino a casa, ya pasada la hora de comer y por una calle tranquila, sin un alma en ese momento y con una acera superamplia, veo que viene de frente una señora ya algo abuelona que al cruzarse conmigo se para y con no poco paroxismo me espeta escandalizada, como si se fuera a acabar el mundo en ese momento por culpa mía:
– ¡Señor, ¿la mascarilla?!
Y es que llevo ya un tiempo sin ponerme esa porquería en mi cara cuando estoy en la calle, excepto a veces que no tengo ganas de guerra. El caso es que procuro mantener el metro y medio tonto ese que dice la ley canalla, algo francamente fácil de conseguir. Yo le respondí lacónicamente a la aprendiz de bruja: