por Marcial Flavius – presbyter
en Desde mi campanario.
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Vivir en gracia santificante es lo único que interesa en la hora de la muerte. El resto de las cosas de este mundo debemos considerarlas como medio y no como fin. Usemos de ellas en cuanto llevan a Dios y rompamos con aquellas que nos alejan de Él. Examinemos si nuestras manos están llenas de obras hechas por amor al Señor, o si, por el contrario, una cierta dureza de corazón o el egoísmo de pensar excesivamente en nosotros mismos está impidiendo que demos a Dios todo lo que espera de cada uno.
Ante la muerte, lejos de ahogarnos en preguntas que no tienen respuesta, pedimos a Dios que aprovechemos cada día más de nuestra vida como una ocasión de gracia para poner en práctica la invitación de Jesús a la conversión, para abrirnos al mensaje de esperanza que se encierra en la Cruz de Cristo.
A la Virgen María, a su intercesión y a sus méritos, nos acogemos: que preparare nuestras almas para recibir al Señor que llega en los acontecimientos de nuestra vida y en el encuentro definitivo, el día que cerremos nuestros ojos a este mundo con la esperanza de contemplar a Dios por toda la eternidad.